Control interno en la empresa: no hay mejor ataque que una buena defensa

El control interno debe ser un proceso transversal que fluya en todas las direcciones, aunque tiene que promoverlo y auspiciarlo el administrador

Al igual que los buenos equipos de fútbol, una compañía que aspire a ser ganadora debe empezar a construirse desde la defensa. Y para ello es imprescindible contar con un buen sistema de control interno que ayude a vertebrar la empresa, actuando como un proceso multidireccional que controle las estructuras operativas de la compañía para prevenir amenazas, además de establecer unas pautas para actuar con agilidad en el caso de que sucedan.

No obstante, como le ocurre a aquellos futbolistas menos individualistas y que trabajan más para el equipo, al control interno se le suele otorgar mucha menos importancia de la que tiene, tendiendo a pasar por alto sus virtudes. Se trata de un compañero silencioso al que nunca se suele elogiar pero al que siempre se echa de menos si no está.

Si en el fútbol hay que estudiar a los rivales antes de cada partido, en una compañía lo primero que hay que hacer es definir la misión y los objetivos de la empresa, para a continuación desarrollar un mapa de riesgos con el que detectar todos los peligros que pueden atentar contra la empresa. Pero, en cualquier caso, se deben adecuar los recursos a las distintas prioridades, que emanan de los objetivos.

Para ello, como hizo la Selección Española con el famoso estilo del ‘tiki taka’, resulta fundamental desarrollar una cultura de empresa con la que todos los empleados se sientan identificados y que genere orgullo de pertenencia. De esta manera, podrán ser los propios trabajadores quienes mitiguen los posibles riegos o amenazas que puedan afectar a la compañía.

Lo primero que hay que hacer es definir la misión y los objetivos de la empresa para, a continuación, desarrollar un mapa de riesgos con el que detectar todos los peligros

El control interno, pues, debe ser un proceso transversal que fluya en todas las direcciones. Debe promoverlo y auspiciarlo el administrador, que como buen capitán tiene que asumir la obligación de ejercer el cargo y sus funciones, y cumplir con la ley y los estatutos, levantando además unos buenos cimientos internos para evitar que tormentas externas hagan tambalear la empresa.

De hecho, el control interno también es una buena solución para los directivos a la hora de cubrirse las espaldas, ya que la existencia de mecanismos adecuados ha librado a muchos administradores de la responsabilidad –administrativa, civil o penal- que se les pedía después de un hecho concreto. En este sentido, es importante resaltar que asumir riesgos por omisión, olvido o desconocimiento puede comprometer seriamente el cumplimiento de los objetivos de la empresa, causar daños y cargar de responsabilidades al administrador.

Por ello, resulta especialmente significativo informarse y asesorarse, aunque es precisamente la formación –junto con la comunicación- la principal dificultad a la que se enfrenta una empresa a la hora de establecer los mecanismos de control interno, ya que tiene que llegar a todos los miembros de la compañía, que tienen que tener ‘la misma idea de juego’.

Resulta fundamental desarrollar una cultura de empresa con la que todos los empleados se sientan identificados y que genere orgullo de pertenencia

Por otro lado, y como las palabras se las lleva el viento, también es recomendable documentar todas las medidas que se pongan en marcha, dado que nunca se sabe lo que puede pasar y de esta manera tendremos un documento que respalde nuestro buen hacer y sirva como coraza a la hora –si fuera necesario- de rendir cuentas ante la Justicia.

Los administradores, como máximos responsables, han de supervisar el buen funcionamiento de la sociedad, velando porque el día a día transcurra sin sobresaltos. Es por ello que los mecanismos de control interno se vuelven tan importantes, actuando como escudo contra los riesgos y contradiciendo una de las máximas del fútbol, ya que en este caso no hay mejor ataque frente a las amenazas que una buena defensa.

Juan Sánchez Corzo
Socio de LIFE ABOGADOS

Fiscal

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